Acuarela Plein Air en el Patio de los Naranjos

Durante el Festival Internacional de Acuarela de Córdoba tuve la oportunidad de participar en una de las experiencias más significativas que he vivido como artista: pintar dentro del Patio de los Naranjos, junto a creadores de distintas ciudades y países.

El festival incluía diversas actividades y recorridos. Uno de ellos fue hacia la Mezquita de Córdoba, punto de encuentro para un grupo de acuarelistas que caminamos juntos hasta llegar al patio. Ahí hicimos una pausa para elegir el lugar y comenzar a pintar. La dinámica fue sencilla y natural: cada quien se ubicó en el punto que le llamó la atención, preparó su material y comenzó a trabajar.

Interior del Patio de los Naranjos

En mi caso, tardé un poco más. Caminé todo el patio buscando una escena que realmente me inspirara. Al final comprendí que no era necesario encontrarla tal cual: podía construirla. A partir de una referencia visual, decidí modificar algunos elementos para crear una composición propia. Me situé frente a la entrada del patio y comencé a pintar.

Fue un momento de silencio y conexión. Estábamos rodeados de personas que compartían el mismo propósito, cada uno concentrado en su proceso. Pintar ahí, dentro de un espacio cargado de historia, fe y contemplación, generó una atmósfera única. No era una competencia, sino una experiencia colectiva de introspección y trabajo personal.

Interior de la Mezquita de Córdoba

Al finalizar, compartimos nuestras obras. Algunos intercambiaron piezas, otros simplemente observaban y comentaban los resultados. Esa convivencia espontánea, entre artistas que apenas se conocían, se convirtió en una memoria duradera. A la fecha mantengo contacto con varios de ellos.

Lo que más valoro de este tipo de festivales es el acceso a lugares que normalmente no pueden pintarse. Espacios donde el entorno, la arquitectura y el tiempo se combinan para ofrecer una experiencia completa. Pintar en el Patio de los Naranjos fue eso: una pausa dentro del movimiento, una oportunidad de observar y crear con calma.

Foto grupal con Thomas, Aitor, Rebeca y Prafull Sawant

En la demostración se pueden ver los materiales que utilicé: pinceles de pelo de marta, sintéticos y de cabra, además de mis acuarelas Daniel Smith y el estuche antiguo que llevaba entonces. Aquel viaje también marcó el momento en que cambié a un estuche más grande, buscando más comodidad en mis jornadas al aire libre.

Hoy, al editar este material grabado en 2024, puedo revivir lo que sentí ese día. No había podido hacerlo antes por cuestiones técnicas, pero sabía que valía la pena esperar. Este registro no solo muestra una pintura, sino una forma de entender la acuarela: como una práctica de observación, decisión y síntesis.

Cuando pintamos al aire libre, siempre conviene buscar sombra, un lugar cómodo y tranquilo. A partir de ahí, la escena puede surgir de cualquier referencia. Lo importante no es copiar, sino construir una imagen que transmita algo propio.